Un vistazo al futuro

Claudia Araujo

Con 16 años Fernando Camors, y con 15 Débora Ramírez y Cristian Romero se alzaron con el primer puesto en una de las categorías de la última Roboliga, instancia nacional realizada el pasado viernes 18 y que cada año reúne en Buenos Aires a los jóvenes y destacados valores del país en ciencias aplicadas a la inventiva, la informática y la robótica.


La competencia es ya conocida por muchos en el Chaco. Estudiantes de las Técnicas 2 y 33 de Barranqueras descollaron antes en esa y otros certámenes antes, entre los proyectos científicos y solidarios con más repercusión estuvieron el diseño de un brazo robotizado o la fabricación de dispositivos para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad.

El proyecto

Débora, Cristian y Fernando concurren a la EET 33 e idearon una señal de tránsito inteligente para advertir a los automovilistas sobre la velocidad máxima en condiciones adversas. Así, por ejemplo, si llueve el dispositivo alerta que el límite es de 60 kilómetros por hora; cuando hay neblina se eleva hasta 80 km/h y el techo es de 110 km/h en condiciones óptimas. La categoría se denomina “robot autónomo - nivel inicial” y comprende a estudiantes de los primeros tres años de las técnicas.

Aunque la finalidad del invento es evidente, vale escucharla de sus impulsores: “Buscamos dar solución a uno de los problemas más serios de la Argentina y quisimos hacer un aporte desde la educación”, explica Débora. “Para determinar qué dispositivo podía ser útil, hicimos una investigación previa”, agrega Cristian. Aunque trabajan en el registro del invento, en una larga lista de requisitos el principal impedimento para patentarlo es que aún son menores de edad. “Tenemos tiempo para hacerlo”, aseguran esperanzados.

Con plus

El mérito de la propuesta también se debe a que el joven trío ganó en el primer intento, ya que nunca antes se habían presentado a la competencia.

Vale señalar que el piso de actividades en una escuela técnica excede por mucho al tiempo de otro secundario común; en tercer año, al turno mañana se suman clases por la tarde, tres días a la semana.

Sin embargo quienes eligen competir necesitan más tiempo para estudiar: “Participar en un certamen es tener un plus; al principio trabajábamos fuera de clases y en los días que no teníamos actividades por la tarde”, narra Fernando. “Más adelante hubo profesores que nos cedieron horas de sus materias para que lleguemos con la maqueta terminada y hasta trabajamos fines de semana y feriados”, complementa Cristian.

“Para la escuela es importa alentarlos a participar en competencias porque el conocimiento que aplican se corresponde con contenidos transversales a varios espacios”, explica el profesor en Informática Electrónica, Eduardo Gläser.

Exigidos pero motivados

Pese a semejante dedicación y energía los estudiantes no se creen brillantes, sino apenas ‘aplicados’. Consultados sobre el porqué elegir estudiar más, en sus respuestas hay moderadas muestras de entusiasmo y disfrute. Se remontan a cuando los alumnos más grandes, que ya compitieron en certámenes nacionales, les transmitieron su experiencia.

También remarcan que la ciencia y la tecnología tienen una aplicación concreta y útil. Y en tren de sinceramientos, Débora admite que al comienzo le resultaba pesado dedicarle tiempo al proyecto, pero después se fue acostumbrando. “Al final, cuando pasaron las competencias, llegaba a mi casa y sentía que no tenía nada para hacer”, dice acompañada por el silencioso asentimiento de cabezas del resto del equipo.

¿Notaron diferencias con los demás competidores?, fue la pregunta de esta columna y tras unos segundos de reflexión, los varones respondieron casi en simultáneo: “Había chicos porteños con maquetas en base a componentes comprados o prehechos que mejoran mucho la terminación; nosotros diseñamos y fabricamos todo, desde la plaqueta hasta la cubierta de plástico y con material reciclado, ésa es una gran diferencia”.

Además consultados sobre lo que les resultó más difícil en un proceso tan prolongado, tras una pausa prolongada con cruces de miradas entre los tres, finalmente coincidieron en señalar que la etapa de preparación fue tal vez lo ‘más complicado’, porque en marzo comenzó la tarea que sería la base de todo lo que vendría después.

Saber vender

Al interrogante: ¿Qué les pareció más fácil?, respondieron sin dudar: “Contarle a la gente en qué consistía el proyecto”. Los chicos relataron que en el stand de exposiciones “había que saber defender muy bien el trabajo”, desde el punto de vista científico hasta con detalles sobre la finalidad con que fue concebido, sus beneficios, ventajas económicas o potenciales aplicaciones en la vida cotidiana. “Expresarse con propiedad, ordenadamente y saber ‘vender’ un emprendimiento es uno de los objetivos que alentamos desde el comienzo en la escuela”, acota Carlos Silva, director del colegio. “Y poder transmitírselo tanto a un ingeniero como a alguien que no está en el tema”, agrega Cristian. Los tres recorrieron un largo camino de experiencia y que comenzó al inicio del calendario escolar, recogió sus primeros frutos en septiembre durante el encuentro de la feria de ciencias provincial regional, en Sáenz Peña y luego en octubre, cuando obtuvieron el segundo lugar en las Olimpíadas de Electrónica y Telecomunicaciones, organizadas por la Universidad Blas Pascal, en Córdoba.

Más méritos

La comitiva que en noviembre representó al Chaco en Buenos Aires también estuvo compuesta otros dos estudiantes de la EET 33 que se impusieron como ganadores en la categoría Sumo, para alumnos de os últimos años. Se trata de Berta León Escalada y Carlos Caballero, ambos mejores promedios de la promoción y abanderados del colegio. De ellos Carlos también se hizo acreedor a un reconocimiento poco frecuente: una beca de estudio y trabajo de investigación que solventará su futuro inmediato, después de completar sus estudios secundarios.

“Para la escuela es un orgullo y un honor poder contar con casos semejantes, en una escuela distinta y con espacios que reconocen el esfuerzo de docentes y estudiantes”, destacó Silva. En tanto los chicos guardaban el trofeo en el estuche y la comitiva se despedía de la Redacción del diario, a la profunda sensación de admiración y respeto por docentes, padres y jóvenes, sobrevenían otras preguntas un tanto más personales: ¿Por qué esos chicos eligieron “ponerle tantas pilas” a estudiar ante otras opciones?, ¿qué condiciones y quiénes estimularon el interés por el conocimiento y la autosuperación?, ¿es posible “contagiar” a más chicos en esa dirección con recursos parecidos? La noticia pasó casi inadvertida hace diez días, en este modesto espacio creímos que era por muchas razones valiosa. Ojalá sea una idea compartida por muchos más

Fuente: D. Norte

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