Claudia Araujo
Fuente: D. Norte
Con alerta por amenazas de bomba en el Ministerio de Educación y en las direcciones regionales que gobiernan a escuelas de Resistencia y Puerto Vilelas la insensatez volvió a dominar el escenario.
La noticia inundó rápidamente las oficinas del coloso exNoble y de inmediato ganó la calle.
Después de adoptarse las medidas de seguridad necesarias, se constató lo que todos sabían de antemano: que la denuncia era falsa. Era tarde, el daño estaba hecho. Una mañana de trámites, que equivale decir un día entero, se perdió por obra de la estupidez humana. Solo un estúpido distrae a personal policial que puede atender otras necesidades más urgentes.
Cuesta imaginar que una persona adulta y capaz de hacer una amenaza telefónica desconozca el daño que provoca a cientos de personas que a diario acuden a esas oficinas a trabajar y en quienes demandan soluciones a cuestiones acuciantes como el cobro de un haber, el trámite de una designación, la presentación de notas por necesidades de una escuela, entre otras tantas posibilidades. Pero más aún preocupa que comportamientos de semejante obcecación se conviertan en un deporte de moda en un ámbito laboral que ya ha sido suficientemente degradado por otros hechos tan o más graves que el del jueves.
Los actos de cobardía deben ser identificados y hacerlo es una tarea que no le corresponde solamente a la policía sino a todos quienes conocen y pueden denunciar a los autores. El delito en todas sus formas debe ser rechazado y sancionado, a menos que se prefiera vivir al margen del derecho y el respeto de y hacia los demás.
En el país
En otro aspecto de la realidad educativa, un informe emitido a fines de marzo, y del cual solo trascendió que la mitad de los docentes no usaba en clase las notebooks del Plan Conectar Igualdad, reveló que el ausentismo docente y de los alumnos y las horas libres son tres de los principales problemas que atentan contra la cantidad y la calidad del tiempo escolar.
La descripción, considerada también otra forma de atentar contra el sistema en su conjunto, se basa en un sondeo del Observatorio de la Educación Argentina abarcó a 500 escuelas primarias y secundarias, públicas y privadas, de todo el país. Cuenta con información procesada por el Ministerio de Educación de la Nación, la Universidad Nacional de Buenos Aires, el Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) y el Banco Santander Río.
La falla, según los mismos analistas, radica en la organización de los recursos humanos. De acuerdo con el informe si se suman las casi tres horas libres semanales perdidas el resultado equivale a 20 días completos sin clases.
La alta rotación en los equipos docentes con discontinuidad en las tareas es una de las mayores debilidades
El ausentismo de los alumnos es la tercera pata del problema. En las escuelas primarias el 66 por ciento de los estudiantes tiene un promedio de hasta tres faltas al mes, mientras que en las secundarias se registra un 64 por ciento. Es decir, más de la mitad de los chicos falta a clases en un equivalente al 20 por ciento de días cada mes. Esa proporción es casi la misma en escuelas estatales y privadas, por lo que puede inferirse a un fenómeno ajeno a la gestión escolar y más relacionada con la cultura impuesta en el hogar.
En general el panorama empeora en las escuelas públicas respecto de las privadas y en los secundarios si se los compara con los primarios. Por lo que el estudio hace un fuerte llamado de atención a la comunidad y en especial a evitar que se naturalicen ciertos comportamientos. Un dato complementario da cuenta de lo anterior: cuando se le preguntaba a los docentes cuándo advertían que un colega o un estudiante faltaba a la escuela, más de la mitad respondió que les llamaba la atención un ausentismo superior a los cinco días al mes, lo que representa un 25 por ciento, es decir la cuarta parte del tiempo total.
Hace una semana el mismísimo Alberto Sileoni adelantaba que planteará el debate por el alto ausentismo docente en el consejo federal de ministros de educación de todas las provincias.
Sin ánimos de exagerar, la descripción aporta evidencia suficiente como para alentar preocupaciones. Y como en el repudio a otro tipo de atentados, existe un camino recorrido, sobrado consenso e interés en ir por más.
Después de adoptarse las medidas de seguridad necesarias, se constató lo que todos sabían de antemano: que la denuncia era falsa. Era tarde, el daño estaba hecho. Una mañana de trámites, que equivale decir un día entero, se perdió por obra de la estupidez humana. Solo un estúpido distrae a personal policial que puede atender otras necesidades más urgentes.
Cuesta imaginar que una persona adulta y capaz de hacer una amenaza telefónica desconozca el daño que provoca a cientos de personas que a diario acuden a esas oficinas a trabajar y en quienes demandan soluciones a cuestiones acuciantes como el cobro de un haber, el trámite de una designación, la presentación de notas por necesidades de una escuela, entre otras tantas posibilidades. Pero más aún preocupa que comportamientos de semejante obcecación se conviertan en un deporte de moda en un ámbito laboral que ya ha sido suficientemente degradado por otros hechos tan o más graves que el del jueves.
Los actos de cobardía deben ser identificados y hacerlo es una tarea que no le corresponde solamente a la policía sino a todos quienes conocen y pueden denunciar a los autores. El delito en todas sus formas debe ser rechazado y sancionado, a menos que se prefiera vivir al margen del derecho y el respeto de y hacia los demás.
En el país
En otro aspecto de la realidad educativa, un informe emitido a fines de marzo, y del cual solo trascendió que la mitad de los docentes no usaba en clase las notebooks del Plan Conectar Igualdad, reveló que el ausentismo docente y de los alumnos y las horas libres son tres de los principales problemas que atentan contra la cantidad y la calidad del tiempo escolar.
La descripción, considerada también otra forma de atentar contra el sistema en su conjunto, se basa en un sondeo del Observatorio de la Educación Argentina abarcó a 500 escuelas primarias y secundarias, públicas y privadas, de todo el país. Cuenta con información procesada por el Ministerio de Educación de la Nación, la Universidad Nacional de Buenos Aires, el Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) y el Banco Santander Río.
La falla, según los mismos analistas, radica en la organización de los recursos humanos. De acuerdo con el informe si se suman las casi tres horas libres semanales perdidas el resultado equivale a 20 días completos sin clases.
La alta rotación en los equipos docentes con discontinuidad en las tareas es una de las mayores debilidades
El ausentismo de los alumnos es la tercera pata del problema. En las escuelas primarias el 66 por ciento de los estudiantes tiene un promedio de hasta tres faltas al mes, mientras que en las secundarias se registra un 64 por ciento. Es decir, más de la mitad de los chicos falta a clases en un equivalente al 20 por ciento de días cada mes. Esa proporción es casi la misma en escuelas estatales y privadas, por lo que puede inferirse a un fenómeno ajeno a la gestión escolar y más relacionada con la cultura impuesta en el hogar.
En general el panorama empeora en las escuelas públicas respecto de las privadas y en los secundarios si se los compara con los primarios. Por lo que el estudio hace un fuerte llamado de atención a la comunidad y en especial a evitar que se naturalicen ciertos comportamientos. Un dato complementario da cuenta de lo anterior: cuando se le preguntaba a los docentes cuándo advertían que un colega o un estudiante faltaba a la escuela, más de la mitad respondió que les llamaba la atención un ausentismo superior a los cinco días al mes, lo que representa un 25 por ciento, es decir la cuarta parte del tiempo total.
Hace una semana el mismísimo Alberto Sileoni adelantaba que planteará el debate por el alto ausentismo docente en el consejo federal de ministros de educación de todas las provincias.
Sin ánimos de exagerar, la descripción aporta evidencia suficiente como para alentar preocupaciones. Y como en el repudio a otro tipo de atentados, existe un camino recorrido, sobrado consenso e interés en ir por más.
Fuente: D. Norte
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