Ver y comprender el mundo con otros ojos

En la semana que pasó hubo dos planos de la realidad interesantes para contar, compartir y que ameritan medidas concretas y acciones consecuentes.


En términos locales, las negociaciones entre Educación y los sindicatos docentes parecen estancarse y tornarse más hostiles de lo que se creían.

Sin embargo, en varios espacios y foros públicos se debatió sobre prácticas docentes, sobre la convivencia entre comunidades y sobre las intolerancias o cómo el ignorar a los demás impide la construcción de una sociedad y de una cultura mejores. A continuación se reproducen fragmentos de tres de ellas en un aporte que se propone subir la apuesta, hacer un esfuerzo superador o simplemente probar algo distinto a lo conocido.

“Quiero que me discriminen, lo que no quiero es que me segreguen. Discriminar es diferenciar. Ciertas palabras están impregnadas de contexto y me importa construir la diferencia como un valor en sí mismo”, dijo la especialista Ruth Harf. Con la afirmación la invitada en las primeras jornadas nacionales “La investigación y la innovación pedagógica en la educación inicial” se adueñó de la atención del colmado auditorio del Aula Magna de la UNNE. Su exposición “Cuando la diversidad es una ventaja” diferenció a quienes entienden que tolerar es soportar o aguantar de otros que apuestan a preguntar e interesarse por sus pares diferentes para entenderlos y aceptarlos. Tolerancia es respeto”, definió.

La exposición de la profesional de la Universidad de Buenos Aires fue precedida por la proyección de un cortometraje producido por el centro educativo franciscano intercultural bilingüe Cacique Pelayo. En una producción especial para el canal Paka Paka, niños de la sala de cuatro años recrearon en video un relato típico titulado Pinyolec y en otro corto confeccionaron una bandera de los pueblos originarios, la whipala. “Los chicos con dos banderas tienen más oportunidades de construir ciudadanía que los de una. Una doble pertenencia cultural nos enriquece como personas”, aseveró Harf.

Tras reanudar la exposición, volvió a diferenciar dos vocablos comúnmente usados en educación. “Mientras la integración alude a la aceptación de grupos o colectivos; la inclusión, a personas con sus individualidades e identidad”, dijo.

Después se presentó: “Soy maestra normal nacional. Formarse en la Escuela Normal significaba ajustarse a una normalización. Ese modelo ignoraba las diferencias y la diversidad. En los años 40 y 50 respondía a un modelo de construir ciudadanía, una norma igual para todos en el lenguaje, la forma de estudiar, de vestir y de comportarse. Hubo cambios. Si tanto se pudo hacer, podemos seguir haciéndolo”.

La docente lamentó que las estructuras a menudo contradigan el discurso que defienden: “Trabajé en villas donde los egresados del primario terminaban recibiendo certificados sociales a quienes casi no sabían leer. ¿Cómo se aborda la diversidad en los chicos si no se acepta discutir distintos modos de ver y comprender el mundo? La igualdad alude a procesos socio políticos e ideológico políticos y remite a características comunes, compartidas, a derechos. La equidad es dar a todos los alumnos las mismas oportunidades de aprender. Introduce un principio ético o de justicia que obliga a avanzar hacia sociedades más justas”.

Harf sostiene que la exclusión puede mostrar rasgos brutos y sutiles, pero también desestimar necesidades, historias y experiencias. Describió el caso de una directora de escuela que recomendó una mamá no inscribir a un chico en una escuela céntrica porque él se sentiría mejor con otros nenes que como él viven en la villa. “Así como cada edificio escolar que se inaugura incluye rampas, una escuela inclusora es aquella que se prepara para afrontar desafíos. La integración dedicada a atender a chicos con necesidades educativas especiales con especialistas y adaptaciones curriculares pero el sistema permanece más o menos igual. La inclusión se dirige a todos y propone un currículum común para todos, y donde la heterogeneidad es entendida como lo normal”, explicitó.

Un cortometraje español ejemplificó mejor el concepto. “El color de las flores” fue la consigna que una maestra dio a sus alumnos para una composición escrita. En la clase estaba Diego, un niño ciego. La preocupación por cumplir con la tarea lo siguió en varios momentos de su vida, se lo veía gugleando, conversando con el papá y hasta con un compañero de grado sobre el tema. Camino a la escuela pasó con su mamá por un parque y los sonidos de la naturaleza encendieron una idea. Otra vez en el aula leyó su composición: “Las flores tienen muchos colores, las hay color pajarito, abeja y mariposa”, dijo el pequeño en el cierre de una historia que se ganó el aplauso unánime del auditorio.

“Necesitamos de docentes que sepan y crean (de creer y crear). Que ofrezcan consignas abiertas y que construyan criterios. A los docentes no nos enseñaron a disfrutar de la diferencia, por eso cuesta enseñarla”, concluyó Harf.

A tiempo

Otra de las disertaciones de interés fue la de Graciela Alisedo, reconocida especialista en la educación para sordos en el país. Su planteo se centró en la necesidad de intervenir a tiempo con la lengua de señas en la formación y educación infantil en atención a que la mayoría de las personas sordas proviene de hogares oyentes.

Pese a la difundida teoría de “condiciones de eficacia” para la adquisición de la lengua, Alisedo lamentó que los argumentos teóricos no sean lo suficientemente convincentes para educadores, terapistas y médicos. “Si los padres oyentes no aprenden la lengua de señas, el niño sordo estará en peligro. Un niño sordo necesita comunicarse y dialogar con otros niñitos que como él conversan con los mismos códigos que les resultan naturales y por tanto es su lengua materna, la lengua de señas. Necesita apropiarse de ella para entender el mundo”, enfatizó.

“Conozco papás que vendieron la casa y se mudaron de ciudad para enviar a su hijo a una oral modelo y son muy pocos los que aprendieron la lengua de señas”, dijo al referirse a dos extremos de esfuerzos inversamente proporcionales al beneficio que significó para la integración de los niños.

“Que un nene acceda a una alfabetización que le es extraña no es fácil pero tampoco es imposible. No es lógico enseñarle a leer y escribir con el aprendizaje de las letras del abecedario. Todos los sistemas de comunicación tienen como base la legua oral, mientras sea así el niño sordo está condenado. A las didácticas hay que generarlas. Probemos y que la lengua haga su camino”, invitó la especialista.

Consultada sobre el uso de la lectura labial respondió que es un tipo de comunicación que no está instalado naturalmente en las personas y que se trata de una práctica que agota a quien la usa porque le es difícil, mientras que la lengua de señas no. Alisedo explicó que muchos papás sordos se inhiben ante un hijo oyente, y en consecuencia desvalorizan la lengua de señas y dejan de transmitirla.

“La escuela especial tiene que mejorar mucho y puede hacerlo. Cuando un alumno sordo llega a la adolescencia, conoce su lengua y las redes conceptuales del mundo en el que vive es el momento perfecto para la inclusión a una escuela común porque está preparado. Así podremos tener sordos con diploma de bachiller en serio”, opinó.

Por la no discriminación

Una tercera intervención pertenece a la coordinadora del área de prensa y comunicación estratégica del Inadi, Nora Anchart, que el viernes presentó en Resistencia una jornada sobre buenas prácticas en la comunicación pública.

Después de narrar que la página web del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el racismo
(inadi.gob.ar) fue construida por estatales de carrera, la periodista aseguró que el diseño dio como resultado al sitio web más accesible del Estado argentino, desarrollado son pautas internacionales de accesibilidad para personas con discapacidad, adultos mayores, usuarios con equipamiento informático desactualizado.

Entre las definiciones más representativas del diálogo que entabló con el público recomendó Iguales y diferentes, un documento disponible para niños desde los cuatro años y al que se puede acceder en la página web del Inadi.

También mencionó que el aprendizaje de cada colectivo social crece día a día y que lo producido a partir de ese diálogo genera nueva información que espera ser incluida en los manuales de estilo de los medios, en las carreras de periodismo y en los ámbitos de formación.

Fuente: D. Norte

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